En mis 20 años de escaladas he tenido el privilegio de escalar con amigos realmente fuertes.
Privilegio, que no suerte.
Y lo digo así por el miedo y la inquietud que embargan mis pensamientos cada vez que afronto una ruta estresante o comprometida con alguien más duro que yo: la certeza de saber que
si viene un marrón moriré primero.
primavera del 2005, el infierno blanco se desató en las Jorasses
Incluso aquí, en nuestro cálido pirineo puedo experimentar esta desazón, depende siempre del objetivo y del estilo empleado.
Y cómo no, de la experiencia que tengamos
Vivac en la "plaça de Catalunya", Tozal del Mallo, Ordesa, repitiendo la Brujas Franco-española en 1993.
Como decía la reseña del libro Pirieneos las 100 mejores ascensiones, 18 horas de escalada sostenida, un vivac parece inevitable en mitad de la pared.
Bohí, 2003, sangrando en compañía de Manu en Encara és d'hora per xupar-se les...
2011, desencordados por el primer muro de Gavarnie en pos de Memento Mori,
tratando de arañar unos minutos a una maratoniana jornada de 24 horas.
Me he encordado a tipos que enlazan ironmans, a otros que completan una media marathon en una hora escasa, a animales que soportan estoicamente vivacs a pelo en picos técnicos del himalaya. Colegas con un físico descomunal, con una capacidad de sufrimiento, dureza y resistencia mental y física que exceden con mucho a la mía.
mayo del 2009, vivac a pelo (con funda) en Alaska en compañía de Alex, un tipo duro de verdad, inacabable.
En el 2004 conseguimos el curioso privilegio de ser la cordada con menos grado que había subido a la Nameless Tower del Trango
La certeza de que cuando un largo especialmente jodido nos detenga, de que cuando el tiempo se estropee, o de cuando piques el tercer vivac en esa pared norte hostil,
tu morirás antes que tu compañero de cordada, puede llegar a carcomerte por dentro, minando tu voluntad hasta convertirla en papilla.
Y ésa es una de las fortalezas que debes valorar antes de cualquier reto de envergadura, en tu colega pero sobretodo en ti mismo.
2008 en el Latok, la montaña que más respeto y, porqué no decirlo, MIEDO, me ha producido.
Un planteamiento demasiado brutal para mis capacidades.
La meteo no nos permitió más que un par de intentos vanos, para mi secreto e íntimo alivio, y para el desespero de Tato, quien sí tenía el nivel y la fuerza exigidas en una ruta como esta.
Dicen que la resistencia de una cadena se mide por su eslabón más débil. Afortunadamente la capacidad de una cordada está más allá del nivel de su miembro más débil, y la matemática no impone su ley en todas las facetas de la vida:
1+1 a veces suma 3
junio del 2006, culminando el Canto del Cisne, Eiger, cara norte
Otra vez Jorasses, esta vez con un tiempo inmejorable