La crida que sento dins meu quan la temporada del gel va apropant-se, va perdent intensitat.
Anys de fred que no ho és tant, i que dura menys que mai, formacions cada cop més fonedisses, incertesa, i un cert esgotament de les ganes de patir han canviat les prioritats que marquen el rumb de les meves sortides.
Quan arriben episodis siberians i el baf solidifica en sortir de la boca, el cor batega i el cap se m'omple de formacions de cristall fràgil, quietes i capritxoses, atractives perquè són efímeres.
Corre si vols pujar-hi.
Hoy hace 20 años que de la mano de Teixi me convertí en escalador de hielo.
No era el primer día que usaba piolos y crampones, ni tampoco el primer año. Había ascendido el primer y el segundo muro de Gavarnie, en Bohí muchas clásicas como la Islandis o la Polaris. Habíamos sorteado aludes. Incluso habíamos inaugurada un par de rutas heladas. Ni mucho, ni demasiado difíciles.
En ese ya lejano 2003, con Xavi Teixidó, decidimos intentar Aloïs, la prueba que nos doctoraba como escaladores de hielo.
El monstruo vivía en el tercer piso de Gavarnie, 1000 metros por encima del circo, protegido por un primer muro de 300 metros, una campa de nieve, y otro muro de hielo parecido. Inimaginable intentarla en una sola jornada.
Creo que apenas tenía media docena de repeticiones, todas de alpinistas de renombre y, evidentemente, mucho más duros y sólidos que nosotros.
Así que cargados de comida y material de vivac, tras 72 horas regresábamos a nuestro coche muertos pero henchidos de orgullo con un título imaginario que nos permitiría acometer empresas más atrevidas.
Las fotos (o diapos) estarán olvidadas en algún cajón de la casa de mis padres.
Me quedan recuerdos, magníficos y nebulosos: Un diedro de roca podrida que superamos en artifo; un cordino blanquecino anciano ya entonces al que confiabas tus piernas para atravesar una placa de gotas de agua; y una transición de la roca al hielo que saturó de alucinaciones mi glándula del miedo.
Escribo para burlar al Olvido despiadado. Dispongo de un dibujo como arma, la única imagen que me queda de lo que en su día consideré hazaña.
Todavía nos quedaban muchos inviernos por delante.
Algunos memorables, como el de 2005, una sucesión de frentes polares y siberianos que sumergieron la península bajo un halo blanco parecido las tierras más allá del muro de Invernalia.
Otros tan cálidos en que no llegó a formarse el primer muro de Gavarnie
La mayoría corrientes, normales, con viajes ocasionales a Alpes o a Suiza.
Y siempre, desde el extraordinario 2005, registrando una tendencia a la suavidad propia de climas más meridionales.
Este invierno asoma indeciso. El frío viene y va por nuestro Piri, temeroso frente a un sol envalentonado acompañado de aires africanos. Semana ártica, semana cálida. Días de hielo, días de roca. Complicado escoger. Poca actividad de MONTAÑA más allá de unas pocas cascadas caprichosas, de incierta formación. Nunca extremas, siempre bonitas, extrañas, insólitas.
Varios intentos infructuosos a Sandra, en Pineta, compensados con tres pequeñas gominolas tan sabrosas como la fruta ácida.
El Funcionario y el Jubilado, frente a la cara Sur del Turbón. Precioso regalo de Françoise (el jubilado y al parecer líder de cordada) y de Tamarite (el funcionario). Un caramelo color oro, versión ibérica y reducida de la Pomme d'Or, sin duda más cercana y accesible.
En cualquier caso, un deleite repetirla en compañía de varias cordadas amigas.
Gossos i Trineus, esta sí, creemos, inédita.
Pineta, mágico rincón en pleno proceso de revalorización alpina. Magro regalo de consolación después de renunciar, rabo entre las piernas, a la más bella y salvaje del lugar.
Se hubiera podido llamar Cagacrac: Como toda estructura frágil, se quejó con un ruido acongojante cuando Mitch salía ya de la zona vertical. Nuestros estómagos encogieron, nuestros calzoncillos engordaron. Tato y yo segundeamos ese largo levitando sin dar patada o golpe alguno.
Acceso mucho más largo y penoso de lo esperado, por el sendero del Collado de Añisclo. Con algo más de tino, hubiéramos reducido en una hora las poco más de dos empleadas, atravesando bosques de arbustos tupidos y doblados por innumerables avalanchas. Evitar con nieve inestable.
Otra insólita al lado de Saravillo, Donantes de Placer, de la que no apreciamos vestigios de ascensión previa, quizás también una primera, con Claudio
Y lo que venga, lo que quiera concedernos este clima caprichoso, este verano perpetuo al que parecemos condenados
Siempre rebuscando algo nuevo, maldita o bendita enfermedad 🤣🤣🤣, yo también tengo una nueva😂.
ResponderEliminarUn abraco