A estas alturas de la vida ya debería saber que cuando Tato me llama ilusionado con un proyecto, lo mejor que puedo hacer es colgarle.
Le gustan las vías de apretar.
Y "apretar" es un término muy elástico.
Habrá quien se pasee por la vía escogida, quien se atreva a subir a pelo.
Unos gozarán, otros sufrirán, y los más se reirán desde la comodidad de su sofá.
Yo estoy en el penúltimo grupo, el de los fajadores. Sólo espero que la sabiduría que se adquiere con la edad y la experiencia me traslade al grupo mayoritario. Desearía aprender a refutar esta clase de convites sin que surjan remordimientos.
Vía de moda en Instagram. Claro, si el Torralles y el Bru la completan en el día y tienen tiempo de cenar en Chamonix será que está en condiciones excelentes.
Y sí, estaba bien. Solo que yo no debería tomar como referencia los comentarios de este par de animales que juegan en otra liga.
El corredor Norte de los Drus en temporada invernal cabalga por esa delgada línea que separa el placer masoca -esencia del alpinismo- del sufrimiento excesivo.
Invierno en Alpes es sinónimo de FRÍO, de mucho frío. El couloir Norte queda en la umbría permanente. Sólo el vivac del Rognon recibe esos cálidos y preciosos rayos de sol entre las 4 y las 6 de la tarde. Colgado desde la pared, a 10 bajo cero, mirarlo se convierte en tortura.
La via es soberbia.
Basta con echar una ojeada al croquis o a las fotos para captar la hermosura de la línea: 200 metros de suave aproximación desde el vivac del Rognon. Rimaya benévola, y 300 metros más de ensamble vertical hasta alcanzar una sección de 4 largos extremadamente difíciles en libre, o aceptablemente asequibles trampeando. Y de ahí otros 350 o 400 metros de terreno mixto o helado (alguien dijo fácil?) hasta el collado que separa los Drus.
El descenso con 15 o 20 rápeles interminables, parcialmente equipados, confiere un punto de emoción y amplitud que convierten esta ruta en lo que los franceses llaman una "grande course".
Y luego el regreso a esquís (en mi caso a la chepa hasta el corredor por el que regresas a la estación intermedia de Grand Montets) con los que no me siento especialmente cómodo.
En perspectiva, saciado de emociones y ya desde la comodidad de mi oficina, analizo y sopeso lo absurdo de este deporte que consiste en bajar por donde subiste unas horas antes, sin obtener recompensa material alguna, agotado exhausto, habiendo asumido más riesgo del que una cabeza bien amueblada debería aceptar.
Equipo poderoso con Tomeu y Tato.
Sumamos 153 años entre los tres.
Viendo al resto de cordadas que, o bien lo intentaron, o bien culminaron cima durante este invierno del 2025, no sé si enorgullecerme por una estadística absurda (los más viejos sin duda alguna), o si avergonzarme por esta pasión sinsentido que nos consume y que nos aboca a emular a otros alpinistas en plenitud de facultades.
Me viene a la cabeza Albert Camus y sus reflexiones
La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno sea joven.
Dentro de este cuerpo que envejece hay un corazón todavía tan curioso, tan hambriento, todavía tan lleno de anhelo como lo estaba en la juventud.
Dentro de mí arde el mismo fuego que una vez pensó que podía conquistar el mundo.
¿Qué edad tiene la etapa de la vida llamada juventud?
Pronto tendré hambre.